De Corazón a corazón: Hech 3,1-10 ("No tengo plata ni oro, pero te doy lo que tengo: en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y camina"); Lc 24,13-35 ("Quédate con nosotros… Nuestro corazón ardía mientras nos hablaba durante el camino")

Contemplación, vivencia, misión: Todo es posible para quien tiene a Jesús en el centro del corazón. Purificados de toda escoria, podemos vivir en la paz de Cristo y ser anunciadores y comunicadores de su paz. Esa paz da sentido a la vida y sana todos los desequilibrios. No hay ningún ser humano abandonado por Cristo, puesto que Él se hace encontradizo con todos los que buscan la verdad y el bien. El corazón se serena y se revitaliza cuando, acompañados por Cristo Resucitado, se le deja hablar a Él y se comparte su pan (que es Él mismo) con los hermanos.

*En el día a día con la Madre de Jesús: El Señor quiere encontrar "un corazón bueno" (Lc 8,15) como el suyo (cfr. Mt 11,29) y como el de su Madre, que "meditaba sus palabras en su corazón" (Lc 2,51). Los discípulos de Emaús, superando su propia tristeza, se dejaron sorprender por las palabras de Jesús y le encontraron al "partir el pan".

*Alegría del Evangelio, renovación misionera: "(El predicador) siempre podrá entregar a Jesucristo, diciendo como Pedro: «No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te lo doy» (Hch 3,6). El Señor quiere usarnos como seres vivos, libres y creativos, que se dejan penetrar por su Palabra antes de transmitirla; su mensaje debe pasar realmente a través del predicador, pero no sólo por su razón, sino tomando posesión de todo su ser" (Evangelii Gaudium, n.151).