De Corazón a corazón: Ez 37,12-14 ("Infundiré mi Espíritu en vosotros y viviréis"); Rom 8,8-11 ("El Espíritu de Dios habita en vosotros… los que son guiados por el Espíritu de Dios son de Dios"); Jn 11,1-45 (Muerte y resurrección de Lázaro: "Jesús se echó a llorar… Padre, te doy gracias… Lázaro, sal fuera!")

Contemplación, vivencia, misión: Jesús ha venido para anunciar que nuestra "vida" está orientada a una vida definitiva. El "paso" puede ser el dolor y la muerte, pero el Espíritu Santo, infundido en nuestros corazones, nos hace ya partícipes de la vida divina y dispuestos para una resurrección final. Jesús resucitado constituye las "primicias" (1Cor 15,20). Quiso resucitar a su amigo Lázaro, pero sólo como signo pasajero, porque la vida definitiva no se identifica con nuestra vida mortal.

*En el día a día con la Madre de Jesús: Jesús se conmovió ante la tumba de su amigo muerto y ante las lágrimas de una madre viuda cuando llevaban a enterrar a su único hijo. En estas lágrimas y compasión de Jesús se encuadra el encargo dado a su propia madre, dolorosa, “de pie junto a la cruz”: “He aquí a tu hijo” (Jn 19,25-26).

*Alegría del Evangelio, renovación misionera: “Cautivados por ese modelo… nos alegramos con los que están alegres, lloramos con los que lloran y nos comprometemos en la construcción de un mundo nuevo, codo a codo con los demás” (Evangelii Gaudium, n.269)