(Introducción) (Una luz por descubrir) La característica propia de la luz de la fe es la capacidad de iluminar toda la existencia del hombre (n.4)

Cap.I: "Hemos creído en el amor" (1Jn 4,16)

(La forma eclesial de la fe) « ¿Cómo creerán en aquel de quien no han oído hablar?... » (Rm 10,14). La fe se hace entonces operante en el cristiano a partir del don recibido, del amor que atrae hacia Cristo (cf. Ga 5,6), y le hace partícipe del camino de la Iglesia, peregrina en la historia hasta su cumplimiento (n.22)

Cap.II: "Si no creéis, no comprenderéis" (Is 7,9)

(Amor y conocimiento de la verdad) El conocimiento de la fe, por nacer del amor de Dios que establece la alianza, ilumina un camino en la historia … El conocimiento de la fe ilumina no sólo el camino particular de un pueblo, sino el decurso completo del mundo creado, desde su origen hasta su consumación (n.28)

(Diálogo entre fe y razón) La luz del amor, propia de la fe, puede iluminar los interrogantes de nuestro tiempo en cuanto a la verdad … En lugar de hacernos intolerantes, la seguridad de la fe nos pone en camino y hace posible el testimonio y el diálogo con todos … la luz de la fe es una luz encarnada, que procede de la vida luminosa de Jesús. Invitando a maravillarse ante el misterio de la creación, la fe ensancha los horizontes de la razón para iluminar mejor el mundo que se presenta a los estudios de la ciencia (n.38)

(Fe y búsqueda de Dios) La luz de la fe en Jesús ilumina también el camino de todos los que buscan a Dios… La confesión cristiana de Jesús como único salvador, sostiene que toda la luz de Dios se ha concentrado en él, en su « vida luminosa », en la que se desvela el origen y la consumación de la historia… Cuanto más se sumerge el cristiano en la aureola de la luz de Cristo, tanto más es capaz de entender y acompañar el camino de los hombres hacia Dios… Al configurarse como vía, la fe concierne también a la vida de los hombres que, aunque no crean, desean creer y no dejan de buscar. En la medida en que se abren al amor con corazón sincero y se ponen en marcha con aquella luz que consiguen alcanzar, viven ya, sin saberlo, en la senda hacia la fe (n.35)

Cap. III: Transmito lo que he recibido (1Cor 15,3)

(La Iglesia, madre de nuestra fe) Quien se ha abierto al amor de Dios, ha escuchado su voz y ha recibido su luz, no puede retener este don para sí … La luz de Cristo brilla como en un espejo en el rostro de los cristianos… La fe se transmite, por así decirlo, por contacto, de persona a persona, como una llama enciende otra llama. Los cristianos, en su pobreza, plantan una semilla tan fecunda, que se convierte en un gran árbol que es capaz de llenar el mundo de frutos (n.37). Puesto que la fe nace de un encuentro que se produce en la historia e ilumina el camino a lo largo del tiempo, tiene necesidad de transmitirse a través de los siglos (n.38)

(Fe, oración y decálogo) A partir de aquel que es luz de luz, del Hijo Unigénito del Padre, también nosotros conocemos a Dios y podemos encender en los demás el deseo de acercarse a él (n.46)

(Unidad e integridad de la fe) La fe se muestra así universal, católica, porque su luz crece para iluminar todo el cosmos y toda la historia (n.48)

Cap.IV: Dios prepara una ciudad para ellos (cfr. Heb 11,16)

(Fe y bien común) Sí, la fe es un bien para todos, es un bien común; su luz no luce sólo dentro de la Iglesia… Las manos de la fe se alzan al cielo, pero a la vez edifican, en la caridad, una ciudad construida sobre relaciones, que tienen como fundamento el amor de Dios (n.51)