De Corazón a corazón: Gen 12,1-4 (“Vete… a la tierra que te mostraré”); 2Tim 1,8-10 (“No te avergüences del testimonio que has de dar de nuestro Señor”); Mt 17,1-9 (“Se transfiguró… Éste es mi Hijo amado en quien me complazco, escuchadlo”)

Contemplación, vivencia, misión: La vida de Jesús es un camino de “Pascua”, es decir, de “pasar de este mundo al Padre” (Jn 13,1). En su camino ha insertado el nuestro, asumiendo luces y sombras, transformándolo todo en cruz y resurrección. La historia humana sólo se realiza y sólo se escribe en la misma vida de Jesús, ahora ya resucitado. El Padre quiere decirnos a nosotros (ya “bautizados” o “injertados” en Cristo): “Éste es mi Hijo amado” (somos “hijos en el Hijo”). Pero tal vez hay pocos cristianos que hayan asumido la opción definitiva por vivir y dar testimonio de Cristo muerto y resucitado.

*En el día a día con la Madre de Jesús: La “hora” de que Jesús habló a María en Caná (Jn 2,4), es la “hora” en que volvería a llamarla “mujer” (“nueva Eva”), como figura de la Iglesia, asociada a su obra redentora (cfr. Jn 19,26).

*Alegría del Evangelio, renovación misionera: “Jesús quiere evangelizadores que anuncien la Buena Noticia no sólo con palabras sino sobre todo con una vida que se ha transfigurado en la presencia de Dios” (Evangelii Gaudium, n.259)