De Corazón a corazón: 2Sam 12,1-7.10-17 ("Tú eres este hombre… He pecado contra el Señor… El Señor ha perdonado tu pecado"); Mc 4,35-41 ("Pasad a la otra orilla… ¿no teméis fe?")

Contemplación, vivencia, misión: Jesús es siempre sorprendente. Invita a ir “más allá”, “a la otra orilla”, y luego él parece “inhibirse” de los problemas que se originan, como si no fueran también suyos. Ahí está la prueba de nuestra fe y de nuestro amor. “Dormido” u oculto bajo signos pobres de Iglesia, es lo mismo. Pero lo importante es su presencia de amigo, hermano, esposo (“consorte”). Con él presente, captado con la humildad de la fe vivida, se evitan las caídas y se superan los fracasos. "Ha venido para buscar y salvar lo que estaba perdido" (Lc 19,10).

En el día a día con la Madre de Jesús: A Él se le conoce amando cuando se le busca en el servicio a los demás, a la luz de su evangelio y de su Eucaristía. Así fue la fe comprometida de María (cfr. Lc 1,45): se escondió y jugó al “escondite” como Jesús y con él.

*Alegría del Evangelio, renovación misionera: “Esa alegría es un signo de que el Evangelio ha sido anunciado y está dando fruto. Pero siempre tiene la dinámica del éxodo y del don, del salir de sí, del caminar y sembrar siempre de nuevo, siempre más allá. El Señor dice: «Vayamos a otra parte, a predicar también en las poblaciones vecinas, porque para eso he salido» (Mc 1,38)” (Evangelii Gaudium, n.21)