El 'peregrino' llega a la meta de Madrid
El 'peregrino', como le llama el Papa Francisco, llega a la meta de Madrid. Carlos Osoro tomó este sábado posesión como arzobispo madrileño, la sede en la que sucede al cardenal Rouco Varela. Con sentidas ovaciones de los fieles, curas y obispos, que abarrotaron la catedral de La Almudena. Se nota que era esperado. Y, desde el comienzo de su Pontificado, declara que va a ser un pastor al estilo de Francisco, con una Iglesia "casa de la misericordia", donde quepan todos.
Tiene clara la 'hoja de ruta' el nuevo prelado madrileño. Sabe que, en Madrid, se le aguardaba con esperanza y no quiere defraudar. Por eso, aprovechó su larga y programática homilía (unos 25 minutos) para dejarla clara desde el comienzo de su pontificado.
Osoro quiere ser "padre, hermano y pastor de todos". Tanto de los creyentes como de los que no creen. Sin distinciones. Pastor de todos los habitantes de Madrid, la "ciudad en la que se conocieron mis padres".
Su misión, que califica de "apasionante", la resume así: "Mostrar el rostro de Cristo" al mundo. Porque está convencido que, si Dios es acogido, puede ser "el tesoro más grande que cambia la vida y la historia".
Primer objetivo, pues, predicar a Cristo alegre, vivo, presente, esperanzador. El segundo, una Iglesia "de puertas abiertas", una Iglesia "casa de la misericordia". Y, a continuación, fue concretando las cualidades de esa Iglesia que quiere instaurar en Madrid.
Una Iglesia "que escuche a todos los hombres", pero "sienta una preocupación especial por quienes están más abandonados y excluidos, por los más pobres". Una Iglesia que "regale desproporción".
La "desproporción" de los panes y los peces
Porque, a su juicio, "la desproporción "es la que nos hace más humanos". Y lo explica con el ejemplo de la parábola de la multiplicación de los panes y los peces. Entonces, "Dios toma en sus manos los cinco panes y dos peces y da de comer a la multitud; y sobró. Ésta es la desproporción que tenemos que vivir nosotros".
Esta apuesta hará que la Iglesia que quiere el nuevo arzobispo de Madrid sea "audaz y valiente" hacia afuera y, unida hacia adentro. La comunión es la categoría con la que los eclesiásticos invitan a la unidad. Y don Carlos también lo hizo con vehemencia. "Somos una única familia y nadie es más importante que otro", pero una "familia que vive en humildad, dulzura y magnanimidad".
Porque, para Osoro, "nos necesitamos todos, nadie sobra". En una institución en horas bajas, la mies sigue siendo mucha y los obreros pocos. Y la evangelización necesita misioneros que siembren, pero "con paciencia, sin reproches, siempre con amor, esperanza, alegría y misericordia".
Porque "la verdad de un amor no se impone con la violencia, no aplasta a la persona". Y hay que ofrecerla al pueblo de Madrid, que sigue teniendo sed de Dios y de esperanza. "Este pueblo no está cerrado a la fe" ni le "ha vuelto la espalda a Dios".
La 'globalización del corazón'
¿Evangelización de la misericordia para qué? Para cambiar el mundo. Osoro está convencido de que se puede hacer y de que, al menos, "vale la pena intentarlo", Porque "no es un utopía vaga". Y, a su juicio, puede hacerse realidad, "globalizando el corazón" y evitando "la globalización de la indiferencia que nos quita la capacidad de llorar y de preguntarnos quién es mi prójimo".
De ahí que Osoro concluyese su homilía con un recuerdo especial para todos los colectivos eclesiásticos. Primero agradeció al cardenal Rouco "por su entrega, sus trabajos y desvelos" en una diócesis que "con una vitalidad muy grade me entrega".
Después a los sacerdotes, a los que pide vivir en clave de misericordia, a los seminaristas, a los diáconos, a los frailes y las monjas, a los misioneros y a los laicos. A éstos últimos, "mayoría del Pueblo de Dios" les pidió descartar las "actitudes de lloro y desaliento", para invitarlos a ser "audaces y creativos".
Por último, otro de los colectivos mimados por el nuevo titular de la archidiócesis de Madrid: los jóvenes. A ellos, los invitó a "oponerse a lo que parece hoy la derrota de la civilización, reafirmando con energía la civilización del amor y la cultura del encuentro", para transformarse en "profetas de la vida con palabras y obras".
"Esta es la Iglesia a la que me gustaría dar rostro con vosotros", concluyó Osoro. Y consciente de que la tarea es ingente, pidió humildemente a Dios: "Señor, ¡enséñame a ser tu en medio de esta ciudad!". Y en La Almudena resonó una ovación de más de cinco minutos. Sentida, profunda, alegre y esperanzada.
Comienza una nueva era en la Iglesia de Madrid, destinada a contagiar a las demás diócesis y a toda la Iglesia española. De manos del "peregrino" llega la primavera de Francisco a Madrid y a España.
Huele a cambio en la Iglesia madrileña. Se va Rouco y Madrid pasa de una Iglesia aduana a otra hospital de campaña, como suelde decir Francisco.
Lo percibe la gente. Por eso, abarrotaba la catedral y el atrio, donde había más de tres mil sillas y varias pantallas gigantes. Y para escenificar esta nueva era primaveral allí estaba gran parte del presbiterio madrileño. Y, por supuesto, todas las autoridades eclesiásticas: 6 cardenales y más de 60 obispos. Sus pares reconocen que Osoro es el designado "hombre de Francisco" en España.